¿ Sabes que he descubierto hoy? Un cuento precioso sobre el origen de las mandarinas. Y yo que pensaba que las mandarinas venían de un árbol sin más. Sí, si como te lo digo , pero NO, parece que proceden de una bella mandarina, que vivía en un castillo, que estaba casada con un Mandarín, que se encontró con un mago.... Bueno, bueno mejor no te lo cuento ahora y lo leemos juntos cuando estés en casa vale? Y no es un cuento chino eh!!!
Quiero que aprendas Pequeño Hu lo importante que es compartir en la vida porque compartir es en definitiva ganar: Ganas en horas de juego al compartir tus juguetes con los amigos y con aquellos que aún no lo son, en aprendizaje al compartir historias, aventuras y hazañas, ganas en amor al compartir besos y achuchones y sobre todo ganas en felicidad al ver como haces felices a otros cuando compartes con ellos. Así que recuerdalo siempre y nunca dejes de compartir.
Te quiere la tía Rocío
Había una vez, en la vieja China de los mandarines, un gran señor rico y poderoso. ¡Era el Mandarin! Vivía en lo alto de una montaña en su palacio de bambú y desde allí veía todas sus tierras.
El Mandarín era grande y gordo, igual que su corazón: en él cabían todos los seres. Su esposa la mandarina era muy diferente: pequeña y hermosa, pero en su corazón sólo había sitio para ella.
El Mandarin quería mucho a su esposa y no veía lo pequeño que era su corazón, deslumbrado por su hermosa cara. Todas las tardes, paseaban por el huerto que rodeaba el palacio, lleno de naranjos, y cogían las naranjas más bonitas para merendar.
Una mañana, estaba la bella Mandarina paseando sola entre los árboles, cuando vio, junto a una tapia, a un mendigo que la miraba. (Pero no era un mendigo: era un mago disfrazado, que había oído hablar de la Mandarina y quería comprobar si era verdad lo que se decía).
Sin acercarse mucho, ella le dijo:
-¡Vete de mi jardín, o llamaré al Mandarin para que te eche!
-Bella Mandarina, tengo sed. Dame una de tus naranjas, por favor- le suplico el mendigo.
-¡Ni hablar! Mis naranjas son muy hermosas y tú sólo eres un viejo feo y sucio- contestó la Mandarina.
El mendigo le insistió: - Tu tienes muchas y sólo te pido una, aunque sea la más pequeña. Pero la Mandarina se negó y empezó a llamar a gritos al Mandarín.
Entonces, el mendigo se transformó en mago y, con su varita mágica sen la mano, le dijo:
- Para que aprendas a ser generosa, te convertiré en árbol y darás sabrosos frutos a cuantos pasen por el camino. Tu corazón se hará más grande y todos te querrán. Y la convirtió en un árbol pequeño lleno de naranjitas.
Cuando llegó el Mandarín, no encontraba a su esposa, la Bella Mandarina. Y pasó horas buscándola entre los árboles. Al caer la tarde, cansado y triste, encontró el nuevo árbol y pensó: “¿Qué hace este arbolito entre mis naranjos? ¿Y por qué sus naranjas son tan pequeñitas?
Cogió una fruta, la probó y su sabor dulce le recordó a su esposa. Desde entonces, cada tarde, paseaba hasta el arbolito, siempre cargado de frutas, y merendaba una de ellas, a las que llamó mandarinas en honor a su esposa, la bella Mandarina.
¡Y, aunque no os lo creáis, esto no es un cuento chino!
El Mandarín era grande y gordo, igual que su corazón: en él cabían todos los seres. Su esposa la mandarina era muy diferente: pequeña y hermosa, pero en su corazón sólo había sitio para ella.
El Mandarin quería mucho a su esposa y no veía lo pequeño que era su corazón, deslumbrado por su hermosa cara. Todas las tardes, paseaban por el huerto que rodeaba el palacio, lleno de naranjos, y cogían las naranjas más bonitas para merendar.
Una mañana, estaba la bella Mandarina paseando sola entre los árboles, cuando vio, junto a una tapia, a un mendigo que la miraba. (Pero no era un mendigo: era un mago disfrazado, que había oído hablar de la Mandarina y quería comprobar si era verdad lo que se decía).
Sin acercarse mucho, ella le dijo:
-¡Vete de mi jardín, o llamaré al Mandarin para que te eche!
-Bella Mandarina, tengo sed. Dame una de tus naranjas, por favor- le suplico el mendigo.
-¡Ni hablar! Mis naranjas son muy hermosas y tú sólo eres un viejo feo y sucio- contestó la Mandarina.
El mendigo le insistió: - Tu tienes muchas y sólo te pido una, aunque sea la más pequeña. Pero la Mandarina se negó y empezó a llamar a gritos al Mandarín.
Entonces, el mendigo se transformó en mago y, con su varita mágica sen la mano, le dijo:
- Para que aprendas a ser generosa, te convertiré en árbol y darás sabrosos frutos a cuantos pasen por el camino. Tu corazón se hará más grande y todos te querrán. Y la convirtió en un árbol pequeño lleno de naranjitas.
Cuando llegó el Mandarín, no encontraba a su esposa, la Bella Mandarina. Y pasó horas buscándola entre los árboles. Al caer la tarde, cansado y triste, encontró el nuevo árbol y pensó: “¿Qué hace este arbolito entre mis naranjos? ¿Y por qué sus naranjas son tan pequeñitas?
Cogió una fruta, la probó y su sabor dulce le recordó a su esposa. Desde entonces, cada tarde, paseaba hasta el arbolito, siempre cargado de frutas, y merendaba una de ellas, a las que llamó mandarinas en honor a su esposa, la bella Mandarina.
¡Y, aunque no os lo creáis, esto no es un cuento chino!
La bella mandarina’. L. Pons y E. Oriozola. Ed. Imaginarium. Desde 4 años.
4 comentarios:
¡Qué cuento más bonito! Si es que nunca dejamos de sorprendernos.
Besos
:) Este cuento se lo regaló un amigo nuestro (futuro papi adoptante también) a nuestro hijo Martín. Tiene unas ilustraciones muy bonitas!
Ahora cada vez que comamos mandarinas nos acordaremos de tí. Un cuento precioso . Se lo compraremos a nuestro baby seguro.
Biquiños.
hola!! estoy armando un proyecto de lectura y acercamiento de niños a bibliotecas populares,
es ad honorem, y mi temática elegida es la mandarina.... "Sol, libros y mandarinas".
Vivo en un pueblo de Argentina donde abundan los citrus... quisiera saber si puedo contactar al autor de este cuento para leeerlo en el dia del libro. gracias a quien pueda ayudar !!!
mi mail geoblank@hotmail.com
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